El coronavirus y los Objetivos de Desarrollo Sostenible

No es una cuestión de Oriente u Occidente, hemisferio Norte o Sur, Primer o Tercer mundo. La crisis sanitaria y socioeconómica desatada por el CODVID-19 evidencia la necesidad de replantear nuestra visión de la realidad.

La llegada del coronavirus ha impactado en casi todos los rincones del mundo; aunque no en todos los rincones existen las mismas herramientas para neutralizar sus efectos.

Hace un lustro se estableció la Agenda 2030, que a través de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) representa una hoja de ruta para enfrentar desafíos globales.

Muchas de sus metas versan sobre aspectos hoy atacados por los efectos de la pandemia: pobreza (ODS 1), salud (ODS 3), educación (ODS 4), agua (ODS 6), empleo (ODS 8), etc. La excepción pareciera ser el cambio climático (ODS 13). Veremos esto más adelante.

Este contexto está recordando por qué son importantes los ODS, e incluso mostrando cómo se complementan entre sí. También parece plantear que deben revisarse las prioridades al momento de trabajar en su cumplimiento.

Si el modelo de priorización semejara una pirámide tipo Maslow, ¿cómo ubicaríamos los ODS? Si fuese al estilo de un edificio, ¿cuáles serían los cimientos, y cuáles las columnas?

Empezar por el trabajo en equipo

El ODS 17 (Revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible) pone de manifiesto la importancia de establecer y consolidar la cooperación, el apoyo y la creación de capacidad entre países.

No se trata de algo ajeno a la gestión de esta crisis pandémica. El principal desafío ha sido y es el de la incertidumbre, la prueba y error, y el desconocimiento -hasta cierto punto comprensible, dada la falta de experiencias similares recientes-.

Gobiernos y líderes políticos han actuado muchas veces en forma descoordinada, puesto en riesgo el suministro de insumos esenciales, y expresado muy disímiles posturas sobre la gravedad de la situación. Algunos, incluso, buscando un delicado equilibrio entre aspectos sanitarios y económicos de esta crisis.

¿Podríamos esperar entonces que a partir de aquí se logre un consenso internacional sobre la forma de actuar ante posibles futuras pandemias? Después de todo, hay antecedentes de trabajos similares por otras causas.

La catástrofe del Titanic dio pie a la primera versión del Convenio SOLAS (Convenio Internacional para la Seguridad de la Vida Humana en el Mar) y el atentado a las Torres Gemelas impulsó la aplicación de nuevas medidas de seguridad aeronáutica, sólo por citar dos ejemplos.

Recursos, recursos y más recursos

El ODS 17 cobra especial relevancia también por su clara referencia a los recursos y el financiamiento de los países, en especial los que están en vías de desarrollo.

Las consecuencias sanitarias y socioeconómicas del coronavirus son más gravosas para naciones carentes de los recursos, la infraestructura y las políticas de resiliencia de los países más desarrollados.

Aunque incluso éstos últimos tampoco han tenido totalmente allanadas sus herramientas para hacer frente a los efectos de la pandemia.

¿Podríamos esperar entonces que la ciudadanía y la clase política reconozcan la importancia de la austeridad y el equilibrio fiscal en las cuentas nacionales de sus gobiernos? ¿De la necesidad de dejar de lado el populismo, y salvaguardar recursos para tener poder de fuego ante futuras crisis?

No se trata de los rescates y salvatajes propios de la última crisis financiera global, sino de recursos destinados a aliviar económicamente a trabajadores, cuentapropistas, emprendedores, mipymes; como así también al fortalecimiento de los sistemas de salud.

ODS 3: Salud y bienestar

Algunas metas de este ODS parecen escritas pensando en los tiempos que corren:

  • Cobertura sanitaria universal y acceso a servicios de salud de calidad.
  • Acceso a medicamentos y vacunas seguras, eficaces, asequibles y de calidad.
  • Aumentar la financiación de la salud y la contratación, desarrollo, capacitación y retención del personal sanitario.
  • Reforzar la capacidad de los países en materia de alerta temprana, reducción y gestión de riesgos para la salud.

Aunque la Agenda 2030 hace especial hincapié en los países menos desarrollados, la realidad vivida por el sistema de salud en muchas de las naciones más avanzadas muestra que también a éstas les resulta aplicable.

¿Podríamos esperar entonces que en el presupuesto anual de los gobiernos se brinde cada vez más prioridad a la salud? ¿Cómo reaccionarán la política y la ciudadanía la próxima vez que un gobierno quiera aplicar recortes en sanidad?

Las diferentes catástrofes que sufrió el mundo dejaron enseñanzas. El caso del atentado del 11 de septiembre de 2001 es paradigmático respecto de cómo cambiaron los controles de seguridad en el planeta. ¿Logrará ahora el COVID-19 que se alcance un consenso internacional respecto de la forma de actuar ante posibles futuras pandemias?

No se trata de un virus frente al cual era necesaria tecnología y tratamientos médicos de altísima complejidad, sino de que hasta artículos de protección, respiradores y camas han estado en falta, incluso en el primer mundo.

Educación, conectividad y brecha digital

Los ODS 4 (Educación de Calidad) y 9 (Industria, Innovación e Infraestructura) llegan de la mano ante un contexto en el que, como nunca antes, se necesitó de la educación a distancia.

Las modalidades de enseñanza no presenciales presentan dificultades para los sectores más vulnerables, donde no siempre se cuenta con conexión a Internet y/o no disponen de equipos actualizados.

En las metas del ODS 4 se echa en falta una referencia explícita a este tema. No obstante, el ODS 9 aboga, entre sus múltiples propósitos, por un acceso universal y asequible a las tecnologías de información y comunicaciones.

Cambio Climático

Uno de los grandes impactos del coronavirus ha sido la sistemática suspensión de eventos de distinta índole en todo el mundo. La COP 26 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) prevista para este año no fue la excepción y quedó aplazada para 2021.

Pero este no es el único vínculo entre los efectos de la pandemia y el cambio climático. Diversos estudios vislumbran uno mucho más positivo, que tiene que ver con la reducción de la contaminación como consecuencia de la menor actividad económica por la cuarentena.

A un costo humano, sanitario y económico enorme, la pandemia nos obligó a hacer lo que el planeta necesitaba hace tiempo. ¿Impactará esto en nuestra conciencia ambiental de ahora en más?

Dado el fracaso que significó la COP 25 en 2019, ¿los Estados miembro llegarán a la siguiente edición de esta conferencia con otras ideas y un mayor compromiso con el cuidado del planeta?

Nota publicada en Abril 2020 en el portal Trade News, de Argentina. Click aquí para ver.

 

Por Lic. Gino Baldissare

Toda la información difundida en este blog es exclusivamente a título personal. No es vinculante a las organizaciones y empresas en las que me desempeño o me he desempeñado.

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